4 may 2011

Fernando Regueras Grande - Santa Marta de Tera. Monasterio e iglesia. Abadía y palacio. [2005]



Fernando Regueras Grande: Santa Marta de Tera. Monasterio e iglesia. Abadía y palacio. 145 pp. 24x17. Cartón. 2005. ISBN: 84-933594-5-9.

ÍNDICE

Prólogo.
Prefacio.
Introducción.
1. Formación del dominio de los Condes de Benavente.
2. Las rentas del señorío a mediados del siglo XV.
3. La consolidación del patrimonio.
4. La casa de Benavente.
5. El señor, sus vasallos y sus villas.
6. Las nuevas orientaciones en la renta.

Extracto del libro

Del antiguo monasterio medieval de Santa Marta de Tera sólo se conserva la iglesia románica, parroquia de la localidad. Su importancia es notable por muchas razones. En primer lugar por la escasez de construcciones románicas en la provincia, salvo en algunos centros urbanos (Zamora sobre todo, Toro y Benavente). Como supone Bango Torviso, tal vez al difundirse el románico la mayoría de los núcleos habitados tenían un templo suficiente para seguir siendo utilizado. Sólo las poblaciones importantes sustituyeron las viejas fábricas por otras más modernas y, cuando los viejos edificios prerrománicos resultaron inservibles, el románico ya había pasado.
Santa Marta de Tera es, por otra parte, un hito fundamental del romáleonés, por originalidad y sinceridad de sus estructuras, sin apenas aditamentos posteriores, modelo canónico del románico pleno; por estado de conservación (a pesar de la disgregación en que se encuentran sus esculexteriores) y por sus vinculaciones arquitectónicas y relivarias con el conjunto pionero de iglesias del Camino de Santiago: catedral de Jaca, San Sernín de Toulouse y, especialmente, San Isidoro de León y catedral de Compostela.
En términos zamoranos, además, Santa Marta es el incunable de románico provincial y patrón de otras iglesias, especialmente Santo Tomé de Zamora.
Finalmente, atesora nuestra iglesia del Tera la más antigua imagen eurode Santiago peregrino, transformado hoy en difundidísimo icono gracias a la acuñación de una moneda de 5 pesetas, conmemorativa del año jubilar de 1993 con la imagen del apóstol en el anverso y el botafumeiro en el reverso; y la emisión de dos sellos en 1995 dedicados al Patrimonio de la Humanidad, uno con el Monasterio de Guadalupe y otro con el tramo español del Camino de Santiago y, sobre éste, el Santiago de Santa Marta.
El descubrimiento de Santa Marta de Tera, como se dijo más arriba, fue obra del entonces treintañero Manuel Gómez-Moreno cuando visitó la pro-43 vincia para la redacción de su Catálogo Monumental.
La idea de redactar un Catálogo Monumental de España que inventariase todas las riquezas patrimoniales del país, surgió en el ambiente regeneracionista posterior al desastre del 98: un estudio y catalogación preciso del patrimonio que evitase su merma y deterioro, alarmante después de un siglo de abandono, guerras y desamortizaciones. En 1900, el marqués de Pidal, mide Fomento, a sugerencia de Juan Facundo Riaño, propuso al joven Gómez-Moreno para llevarla a cabo a pesar de las críticas del establishment académico (J.Amador de los Ríos, J.D. de la Rada Delgado), si no las reticende otros como N. Sentenach o F. de Cossio que, como dice M.ª E. Gómez Moreno, se consideraban los naturales destinatarios de tales encargos.
Aquel mismo año 1900 nacía el Ministerio de Instrucción Pública, del que acabó dependiendo el proyecto iniciado por Fomento, que nombró al joven investigador granadino para iniciar los trabajos. Gómez-Moreno decidió empezar por Ávila (1900-1901), a la que seguirán otras provincias del Duero: Salamanca (1901-1902), Zamora (1903-1904) y León (1906-1908). La empresa no era fácil, ni existían precedentes, ni aquí ni fuera, recuerda su hija M.ª Elena, para este tipo de afanes. Además "No había posibilidad de ayudante, ni de medio fijo de transporte, ni de laboratorio fotográfico. Los medios de trabajo, salvo el tren y la fotografía, equivalentes a la Edad Media, de la que no había salido la mayor parte de la población rural. A esto se añade lo accidentado del terreno, la pobreza del país,la dificultad de alojamiento y el recelo de la gente en enseñar cosas y facilitar datos ante la sospecha de que fuese un agente del gobierno para impuestos o incautaciones".
A pesar de las dificultades, pertrechado ya de las experiencias de Ávila y Salamanca, recién casado con Elena Rodríguez Bolívar (mayo de 1903), fiel compañera en sus andanzas occidentales, arranca en agosto de aquel mismo año su travesía zamorana.
La confección del Catálogo de Zamora se planteó de manera distinta a los anteriores: en vez de los largos recorridos de un pueblo a otro, elección de unos cuantos, a partir de los cuales examinar la zona. El 13 de septiembre de 1903 se dirigen a Sanabria donde pasarán veinte días. Previamente visitan Astorga, a cuya diócesis pertenece todo el N de la provincia, para conseguir las pertinentes autorizaciones ante los párrocos. Parada en Benavente y Santa Marta, donde "descubre" nuestra iglesia.
El 24 de noviembre el matrimonio Gómez-Moreno sale para Madrid dando por concluida la primera etapa zamorana que retomarán entre junio y agosto de 1904. El 14 de junio llegan a Zamora desde donde Manuel viajará sólo a Benavente para visitar varios lugares cercanos, lo principal "...la preiglesia románica de Santa Marta de Tera".
Redactado el Catálogo en 1905 (aunque, como se sabe, no se editará hasta 1927), la experiencia zamorana permitió a Gómez-Moreno publicar en los años sucesivos algunos obras claves sobre el arte medieval hispano: "San Pedro de la Nave, iglesia visigoda" (1906) que fijaba criterio sobre el discutido monumento. "El primer monasterio español de cistercienses: Moreruela" (1906) y "Santa Marta de Tera" (1908), estudio monográfico sobre nuestro santuario.
A esta entrega pionera, editada en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones (pp. 6-87), le sucederán las páginas del Catálogo de 1927 (pp. 182-186) y la breve reseña en su Arte Románico en España. Esquema de un libro. 1934, (p. 162). Gracias a su labor como Director General de Bellas Artes del Gobierno Berenguer, el conjunto fue declarado posteriormente Monumento Nacional (3 de junio de 1931) y poco después restaurado, bajo su dirección, por su amigo y discípulo, el arquitecto Alejandro Ferrant, como ya hemos tenido ocasión de estudiar.
Gómez-Moreno estableció las pautas básicas de la lectura del edificio y sus estrechas vinculaciones con San Isidoro de León. La escasa bibliografía posterior no ha pasado de aportaciones críticas puntuales, desde Kingsley Porter (1928) y Whitehill (1941) a Ramos de Castro (1978), Bango Torviso (1997 y 2000) y Rodríguez Montañés (2002).
En su contribución pionera en 1908, el sabio granadino supeditó las semejanzas de Santa Marta a la primera fase de la basílica leonesa, de fines del siglo xi (crucero, ábsides y portadas), obra de Doña Urraca, hermana de Alfonso VI, sin establecer ninguna relación con Petrus Deustamben, autor de la segunda fase que se consagraría en 1149. Una hermandad que para Lampérez era sólo cronológica, pues disposición y estructura se asimilaba a lo visigodo.
Sin embargo, en el Catálogo de 1927 reconoce que Santa Marta es "obra magistral que ofrece las mayores analogías con el crucero de San Isidoro de León, como si acaso fuese de aquel Petrus Deustamben, que tan estimado era de Alfonso VII", atribución que desde entonces ha sido lugar común en la bibliografía.
Deustamben fue autor del cercano puente de su nombre sobre el Esla, hoy desaparecido, posiblemente levantado sobre otro anterior, romano, y que tuvo una gran importancia militar, económica y estratégica, como ha estudiano hace mucho R. González. Situado sobre el Esla casi en la confluencia actual con el Órbigo (entre Milles de la Polvorosa y Villaveza del Agua), dio lugar al desarrollo de una población, hospital de peregrinos y priorato depende la abadía de Benevívere (Palencia).
Su nombre alude a este personaje, conocido en la documentación como Petrus Deustamben o Pedro de Dios, maestro que participó activamente en la construcción de San Isidoro (donde recibió sepultura), aunque se ignora exaccuándo y qué obras realizó. Lo cierto es que el puente debía de estar terminado ya en 1140, según escritura que refiere las posesiones del obispo de Astorga junto al mismo.
Apenas poseemos datos sobre su vida y cronología. La mayoría proceden del epitafio de su tumba situada en el SO de la colegiata, donde se recuerda que:
"superedificavit ecclesiam hanc, (edificó esta iglesia), "fundavit pontem que dicitur de Deustamben"(construyó el puente que dicen de Deustamben), "et quia erat vir mirae abstinentiae, et multis florebat miraculis, omnes eum laudibus praedicabat. Sepultus est hic ab Imperatore Adefonso et Sancia Regina" (y que fue hombre de mucha penitencia que brilló por numerosos milaobjeto de unánimes alabanzas y fue enterrado [en la basílica de San Isidoro] por orden del Emperador Alfonso [VII] y la Reina Sancha.
El P. Risco, en la continuación de la España Sagrada de Flórez, le hace vivir equivocadamente en época de Fernando I (1037-1065). Sin embargo, el hecho de que fuera mandado enterrar por Alfonso VII (1126-1157) y probablemente fuese también el responsable de la terminación de la iglesia de San Isidoro (nunca posterior a 1125 a partir del análisis estilístico de las esculturas, según Durliat), presupone, sin duda, una cronología en torno al primer tercio del siglo xii, fechas que se acomodan bien con la construcción de Santa Marta. La dedicación solemne de 1149 en presencia de la familia real sería, en opinión del mismo investigador francés, una ceremonia relacionada con el cambio de estatuto de la iglesia, regentada desde hacía dos años por los canónigos regude San Agustín.
Nada sabemos del patrono y "arquitecto" de nuestra iglesia del Tera, aunque tampoco extrañaría que Deustamben y un equipo de lapicidas leopudieran estar detrás de las obras. La figura del artista itinerante se registra en el Líber Sancti Jacobi donde se da cuenta de los viatores que reparan una parte del Camino jacobeo en el primer cuarto del siglo XII y la confirman las estrechas semejanzas entre edificios distantes. Uno de aquellos sería Petrus Deustamben, que murió en olor de beatitud (como recuerda su epitaen una época en que la santidad fue frecuente culminación de una carrede ingeniero o constructor (Santa Domingo de la Calzada en La Rioja, San Lesmes y San Juan de Ortega en Burgos, San Raymond (Raymond Gairard) en Toulouse.
La hipótesis parece razonable, pero habríamos de matizar qué es y qué se entiende en esta época por "arquitecto".
Según S. Kostof, los arquitectos que emprendieron las obras de las iglerománicas debieron de ser expertos maestros de la construcción. La mayoría, seglares, conocedores de los secretos gremiales adquiridos sobre la geometría y mucha práctica en el manejo de la labra de piedra y la estática constructiva. La mano de obra, formada por cuadrillas itinerantes de alba-ñiles, estuquistas, canteros, vidrieros, etc. llegaba al solar de un proyecto importante, a menudo desde lejos, e instalaba un taller donde se formarían los talentos locales que, al poco tiempo se dirigían a otros lugares. Entre estos artesanos acabarán destacando algunos oficiales y maestros por su especial habilidad en las labores edilicias y de diseño, que paulatinamente darán lugar a la recuperación de la figura del arquitecto. Una imagen que aparece ya defien el siglo XIII según las conocidas palabras del escritor y predicador dominico Nicolás Virad: "los maestros albañiles con varas de medir y guantes en las manos dicen a los demás, "cortad aquí", y ellos no hacen nada, pero cobran los honorarios más altos...".
En realidad, el término arquitecto aparece cada vez con menos frecuenen los textos a partir del siglo VII y, cuando se utiliza, su uso se refiere en conjunto a los albañiles sin distinción profesional específica. Lo más habitual es que, cuando en los documentos encontramos verbos como fecit, construxit, aedificavit, se refieran, casi sin excepción, al promotor. A veces el término preciertas resonancias místicas y se aplica de nuevo al patrono. Un caso bien conocido es el del obispo Gelmírez, acreditado como "sapiens architectus"por la Historia Compostelana, frase que procede de San Pablo (I Cor. 3,10). El concepto clásico, vitrubiano, del arquitecto se había ido desvaneciendo prosiendo sustituido por el de arquitecto como maestro de obras (magister operis, caementarius, lathomus, caputmagister), ya no un teórico liberal, sino un perito en el manejo de materiales, experto en cantería, carpintería o albañilería que, como hemos dicho, solía proceder de las filas de las artes de la construcción, de donde lentamente emergerá el nuevo profesional liberal.
La iniciativa de las construcciones eclesiales, recuerda Moralejo, recaía normalmente, en las catedrales, en el obispo y el capítulo, en monasterios y colegiatas, en abades y priores, de acuerdo con sus respectivos capítulos.
Unos y otros delegaban después su autoridad en gestores que en Compostela fueron el mestre del capítulo Segeredo y el abad Gundesindo. Inmedespués se llamaba a un "arquitecto", magister operis,maestro encargado de la obra en cuestión.
Como había pocos maestros instalados en las ciudades -escasamente pobladas y a menudo construidas en madera- estos canteros solían venir de lejos, sobre todo, cuando el monumento que erigir exigía la posesión de gran pericia técnica y agudo sentido artístico. Es posible, recuerda nuestro autor, que ese fuera el caso de Bernardo el Viejo y Roberto de Compostela o Petrus Deustamben de León.
El maestro de obras constituía luego su equipo de tallistas de piedra y operarios que, en parte, eran una mano de obra móvil. En el caso de Comel número considerable de lapicidas imponía tal hecho de manera imperativa. Se puede, pues, admitir que son las condiciones mismas del ejerdel oficio de "arquitecto" u operario las que favorecieron la difusión de técnicas, modos de construcción y modelos edilicios a lo largo de las rutas de peregrinación jacobeas. La falta de presupuesto y las consiguientes paradas en las canterías (como ocurrió en Compostela entre la caída en desgracia del obispo Diego Peláez en 1087 y la llegada de Gelmírez en 1100) facilitaron asila movilidad de maestros y equipos en busca de nuevas obras. Entre ellos figuraban los escultores. Debían de aprender a menudo su oficio en las canterías y el magister operis distinguiría a los más hábiles de los tallistas poniéndolos a prueba. Incluso él mismo acumularía frecuentemente las dos funciones. Muchas veces, señala Moralejo, cuando se produce la interón de un nuevo "arquitecto" en un edificio, tal hecho suele acompañarde una ruptura paralela en la decoración escultórica (Colegiata de Saint Gaudens, próxima a Toulouse). Sin embargo, es muy difícil diferenciar la marca de la personalidad de un escultor sobre la totalidad de la obra, bien por la participación personal o por la de sus discípulos (Maestro de Jaca).

Fernando Regueras Grande

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